ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA...... MOJACAR
Acercarse a Mojácar es despertar al asombro. Resulta difícil definir en que siglo estamos y sin embargo en aquellas calles indescriptibles hay una actualidad que nada tiene que ver con la modernidad.
Mojácar no puede ser contada, debe ser vivida en cada paso con el que ascendemos a lo más alto o, dejándonos despeñar por corredores y pasadizos pintados de malvones y rosales.
Dicen que aquí sobrevive, como en ningún otro sitio de Andalucía, una sugestiva fidelidad a su pasado árabe.
Mojácar está emplazada en una atalaya desde la que se domina incluso más allá de lo que ven los ojos. Cuando los griegos llegaron a estas tierras llamaron a este promontorio Atalaya Murgis Akra.
Murgis significa en la altura, de donde surge la derivación latina Moxacar que fue para los árabes la Muxacra que da origen al nombre actual.
Pero no podemos hablar de la Mojácar actual sin hacerlo antes de su localización, su memoria y su pasado morisco.
Se encuentra en una comarca donde la historia nos retrae a 2.000 años A.C.; zona de importantes yacimientos arqueológicos de la edad del Bronce, considerada cuna de la cultura Argárica; ha pertenecido sucesivamente a fenicios, cartagineses, griegos, árabes y cristianos.
La época de mayor auge de Mojácar fue durante su dependencia del Califato de Córdoba y se debe a su situación casi inexpugnable y al número cada vez más importante de habitantes. Como zona fronteriza del Sultanato Nazarí había sido reforzada con torres de vigilancia y defensa, algo muy necesario ya que, codiciada por lo mismo que resulta increíblemente bella, a sus pies se desarrollaron muchas batallas.
El 10 de junio de 1448, durante la Reconquista de todo el sur de la península por los Reyes Católicos, los alcaldes de la comarca se rindieron, acudiendo ante los monarcas. Todos a excepción del de 'Moxacra' por considerarse tan español como los mismos soberanos.
Más que una rendición, lo de Mojácar fue un histórico acuerdo celebrado en la Fuente Pública, en el que se establece un pacto de convivencia entre cristianos, árabes y judíos.
Un pueblo blanco que cae desde lo alto del cerro, desmoronándose y aferrándose al mismo tiempo a las laderas en un increíble juego de equilibrios en medio del verde de los campos y la franja oro y azul de la cercana costa.
Está situado en el sureste de la Península Ibérica, sobre el mar Mediterráneo en la provincia de Almería, a 90 kilómetros de la ciudad capital.
Hasta mediados del siglo XVIII la ciudad vivió épocas florecientes, llegando a contar con más de diez mil pobladores. En este periodo comienza el decaimiento a raíz de extensas sequías que afectan sobremanera la producción agrícola y que en buena parte son la causa de la emigración casi masiva de su gente, primero hacia América del Sur y más tarde hacia las provincias de Cataluña y los países europeos.
¿Cómo podemos explicar, si quiera con un mínimo de exactitud, lo que es esta villa andaluza?
Para visitarla debemos olvidarnos de los automóviles. Apenas si pueden acercarnos a la zona más comercial pero por lo general el ascenso se hace caminando.
Y no habría otra manera de disfrutar ese entorno, tan único que parece dibujado para un cuento de hadas. La arquitectura de característica medieval árabe, no se somete a más niveles ni escuadras que las trazadas por las pendientes.
Desde lo lejos su blancura puede confundirle con las nubes. Mojácar es blanco, impactantemente níveo. En el corazón del pueblo, sólo allí encontramos un edificio de piedra marrón: la iglesia que destaca por los ángulos de sus formas austeras.
Inclinándonos para pasar bajo un arco, subiendo los escalones que nos permiten acceder a la callejuela siguiente o iniciando un descenso que terminará en una esquina que no es tal, en cualquier sitio que estemos de Mojácar, para nada nos asombraría ver saltar duendes o danzar a las hespérides.
La Mojácar actual, aunque visitada por miles de turistas, no se ha dejado poseer por la materialidad de lo predecible. Seguirá siendo una fortaleza casi inaccesible, abriéndose al conquistador, seduciéndolo para poco después mostrarse intransigentemente difícil.
Mojácar tiene alma porque algo tan bello no podría existir sin un soplo celestial que le protegiera.
Y han hecho bien quienes han llevado los nuevos asentamientos a la línea de la costa. Allí están los modernos hoteles, los complejos novísimos, la oferta gastronómica y el movimiento portuario, extendiéndose a lo largo de una faja de arena que le regala una playa de primerísima calidad.
Pero Mojácar es también leyenda y es historia, o es ambas cosas, tan unidas que resultaría imposible desatar el nudo que forman.
LA MOJAQUERA - Los que llegaban al pequeño pueblo blanco encaramado en un promontorio se vieron sorprendidos por mujeres, las mojaqueras, que cubrían sus rostros con paños cuyo borde sujetaban con los dientes; telas amarillas en la mayoría de los casos, negras cuando estaban de luto.
Mujeres huidizas que subían las empinadas calles con sus cántaros llenos de agua o metían los pies en la fuente y con las piernas al descubierto se dedicaban a lavar la ropa sobre una piedra inclinada.
Los viajeros que llegaban al lugar las bautizaron como 'las tapadas de Mojácar. Las mojaqueras de hoy se sienten orgullosas de aquellas antepasadas.
EL INDALO - En una cueva de la comarca, 'Cueva de los Letreros' se encontró el dibujo de un hombre con los brazos extendidos sosteniendo el arco iris. Se trata de una pintura rupestre realizada 2.500 años a.C.
Fue adoptado como tótem de la buena suerte, conocido como 'Muñeco Mojaquero'; desde tiempos inmemorables era pintado en las puertas de la casa para ahuyentar el 'mal de ojo' y preservarlas de las tormentas.
En la década de los setenta un grupo de intelectuales liderados por el consagrado pintor almeriense Jesús de Perciaval decidieron adoptarlo como su amuleto dándole al grupo el nombre de indalianos en honor a San Indalecio, patrono de Almería y al muñeco se le llamó Indalo.
En la actualidad el Indalo representa a toda la provincia de Almería y tener un Indalo en la casa o regalar uno, es regalar suerte y protección.
WALT DISNEY - Nuevamente estamos ante esa línea que divide el mito de la realidad y que da razón a dos partes o les quita sentido a ambas. ¿Nació Walt Disney en Mojácar, hijo de una lavandera de nombre Isabel Zamora Ascencio?.
¿Vivió el genio del cine animado los primeros meses de su vida como José Guizao Zamora?
Quienes cuentan las historias como si fueran leyendas y hacen de las leyendas historias realistas aseguran que su verdadera madre era Isabel, apodada como 'la bicha', y que el pequeño fue el fruto una relación extramatrimonial de ésta con el doctor José Guirao y que madre e hijo emigraron hacia Chicago dónde el niño fue adoptado por los esposos Elías y Flora Disney.
En la década del 50 en una visita a Salvador Dalí el propio Disney le comentó al pintor que había nacido en Almería.
En 1967, después de su muerte llegaron a Mojácar investigadores americanos que estuvieron buscando en los archivos, o lo que queda de ellos luego de la destrucción sufrida por los documentos durante la Guerra Civil.
Desde entonces es vox pópuli que lo que realmente hicieron fue destruir la partida de nacimiento del niño.
LA FUENTE - EN ESTE SITIO TUVO LUGAR LA ENTREVISTA PARA LA ENTREGA DEL PUEBLO ENTRE GARCILASO ENVIADO DE LOS REYES CATÓLICOS Y ALAVEZ ÚLTIMO ALCAIDE MORO DE ESTA CIUDAD:
La contestación de éste a los Soberanos por la demora en rendirles su homenaje fue:
Cristiano. di a tus reyes que no tomen a insulto nuestro modo de proceder. Atiende a mis palabras y exponles fielmente mi pensamiento y la razón de mi conducta. Yo soy tan español como tu.
Cuando llevamos los de mi raza mas de setecientos años de vivir en España nos decis -Sois extranjeros, volved al mar. En África nos aguarda una costa inhospitalaria que de fijo nos dirá como vosotros, y por cierto con mas razón que vosotros: sois extranjeros: Cruzad el mar por donde vinisteis y regresar a vuestra tierra...
Henos aquí entre dos costas que nos niegan la vecindad y el abrigo. -¿Es esto humano?-
Playas paradisíacas que se pierden entre enormes rocas para reaparecer en un remanso de agua cristalina. Un clima envidiable y la naturaleza reinando en todo su esplendor.
Un día la ví y me enamoré de ella. Otro día la visité y me embrujó. Hubo más días y el hechizo fue creciendo ¿queréis ver por qué? Si quieres ver más fotos puedes leer este artículo en: http://www.uruguayinforme.com/news/18112005/18112005_vera_mojacar.htm
Graciela Vera
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