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ALMERIA SE VISTE DE FERIA - Final de Fiesta

ALMERIA SE VISTE DE FERIA - Final de Fiesta

Eran las once de la noche del último domingo de agosto cuando, arropada por el aplauso de su pueblo, la Virgen del Mar volvía a su casa después de recorrer durante casi tres horas, las calles almerienses.

Es una virgen distinta a las madonas a las que los maestros de la imaginería nos han acostumbrado.

Una talla pequeñita, morena, posiblemente un mascarón de proa perdido por alguna nave, que el mar arrojó a las costas de Torre García hace quinientos años, y que fuera entronizada como Patrona de Almería.

Es el día grande de la Feria. El que culmina la recta final de la fiesta que ha durado diez días. Fue un día marcado de insólitos, como durante la mañana en la que se levantó una niebla que por algunos minutos hizo temer el éxito de la celebración pero, ya a mediodía, hora de la ofrenda de flores a la Virgen, había desaparecido dando paso a un cielo como el que aquí estamos acostumbrados a ver.

Feligreses de todos los rincones, de todas condiciones sociales, étnicas y culturales y representantes del gobierno municipal y asociaciones acercaron sus ofrendas. Como es tradicional la expectativa estaba centrada en la llegada de la representación de la Legión, pero el asombro siguió y llenó de alegría los rostros, cuando un helicóptero de la policía nacional dejó caer una lluvia de pétalos.

Como en toda España, Almería rinde especial culto a la Virgen. Piropeada, homenajeada, aplaudido el esfuerzo de los portadores, acompañada por sus camareras que la precedían luciendo sus peinetas y mantillas, hizo que su paso emocionara a más de un desprevenido que no intentó disimular un brillo especial en los ojos.

Era la una de la mañana, ya del lunes 1º de septiembre cuando a lo largo del más de un kilómetro de extensión del Paseo Marítimo, bordeando una playa abarrotada de público, como el mismo paseo y los alrededores, avanzada el retumbe de las tracas que anunciaban, cuando aún en los ojos estaba presente el juego de luces del castillo de fuegos artificiales del sábado, que la próxima Feria de Almería tendrá lugar en los últimos días de agosto del 2004.

Pero la Feria del 2003 aún no había terminado. Las tres, las cuatro, las cinco de la mañana y mientras algunos feriantes levantaban sus puestos para ir hacia la próxima fiesta, en las casetas, el público insistía en bailar, la noria gigante acaparaba las risas y hacía recordar los años de juventud a algún abuelo que disfrutaba del derecho a sentirse otra vez adolescente, las tómbolas rifaban los últimos muñecos de peluche y los churros con chocolate eran la vedette de una noche en la que los termómetros habían descendido algunos grados.

Solo las luces del día lograrán apagar las luces de la magnífica portada que este año, copiando la fachada del Ayuntamiento, dejaron boquiabiertos a la mayoría.

Y, sin lugar a dudas, ésta será para mí, una feria inolvidable. Un día iré a Uruguay, llegaré a Carrasco, tomaré un taxi para Montevideo, le daré una dirección y al llegar bajaré corriendo para conocer a Nicolás Javier, que llegó en pleno invierno del Cono Sur, durante la tórrida Feria de Almería y que junto a Federico y Marcelo, forma parte del trío más dulce que una abuela puede abrazar.

Pero ahora estoy en España, en el Paseo de Almería contemplando los puestos en los que medio centenar de alfareros venidos de distintos puntos del país, exponen y venden sus creaciones; una visita obligada que forma parte de la Feria del Mediodía.

Una feria que gana adeptos año a año y que ya compite de igual a igual con la Feria de la Noche. Diferentes, cada una ofrece lo suyo, pero la alegría es la misma.

Como la alegría de los más pequeños cuando se acerca “la gargantúa”, ese gigante que deja caer sobre ellos una lluvia de caramelos, o su risa nerviosa cuando pasean, en concursos donde lo que importa es disfrutar, a su mascota preferida.

Vela, fútbol, tenis, piragüismo, balonmano, tiro, pesca, deportes especiales, boxeo, cabalgatas y sigamos pensando y disfrutando, hay de todo para todos los gustos. Exposiciones fotográficas, de pinturas, de artesanías; concursos, recitales, y sobre todo, muy especialmente, participación popular.

Los trajes típicos compiten en color y elegancia, como el de la niña, andaluza desde la cuna; los ritmos y los idiomas internacionalizan el festejo, que se viste de mantillas en los tendidos del coso taurino.

A las seis y media de cada tarde, no quedan localidades libres en la que es una de las Plazas de Toros más hermosa de Andalucía y dónde es tradición la más suculenta merienda cuando la faena llega al ecuador.

Se acabó agosto, se acabó la feria; bienvenida la preparación de la próxima.

 

Graciela Vera

Almería, en el sur del norte, 1 septiembre 2003

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