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EL ANTITURISMO DE ALMERÍA

EL ANTITURISMO DE ALMERÍA


El mundo celebró el pasado 27 de septiembre el “Día Mundial del Turismo”.
Se celebró en México y se celebró en Liberia; se celebró en Uruguay y se celebró en Malasia; tanto en Madrid como en Nueva York y se celebró en París y también en Caracas.

Se conmemoró en todo el mundo menos en Almería porque salvo en sectores muy restringidos los almerienses se vanaglorian de no dejarse arrastrar por ‘la vorágine’ del turismo.

 Es difícil hablarle de turismo a una población que no está capacitada para entender lo que es turismo. Y no lo está porque no hay una concienciación turística y en eso han fallado las autoridades del sector.

Turismo no es abrir al público una serie de stands en una fecha determinada trasladando el tapeo al parque de las Almadrabillas y pretendiendo brindar espectáculos culturales que no siempre representan lo que se pretende mostrar.

Ni en este sentido ni en la oferta de visitas guiadas la ‘industria sin chimeneas’ ha sido bien encarada en Almería y es una pena. Falta mucho camino por andar y mucho que aprender a nivel de organismos oficiales.
 
No pretendemos ser expertos en turismo pero sí, visualizamos las carencias y hemos participado del despegue turístico de un país que con apenas 3.100.000 habitantes recibe más de 2.000.000 de turistas al año y durante muchos, ha logrado equilibrar su balanza de pagos gracias a las divisas generadas por el turismo.

Tampoco vamos a caer en la arrogancia de denunciar sin ofrecer ideas o, al menos, señalar lo que a nuestro modesto juicio debería cambiarse. Para eso contamos con la benevolencia de las páginas de la revista de la “A.V. PUERTA DE EUROPA” en la que en sucesivos números iremos desarrollando nuestra idea sobre la necesidad de comprensión que tiene el turismo en Almería.

En primer lugar debemos tomar conciencia de que nada compite con el turismo y solamente la industria de las armas enfrenta a la ‘industria de la paz’.

Durante algunos lustros el turismo desbancó a la guerra y se encaramó en el primer lugar que el nefasto comercio históricamente había ocupado. Los intereses de quienes trafican con el dolor, que son los más poderosos, no podían permitirlo y como las guerras no son necesidades de los sentimientos sino de las arcas empresariales y gubernamentales, nuevamente el turismo cayó a un segundo puesto pero ello no implica que no mueva miles de millones de euros en divisas, que no siga siendo la industria de la concordia, la que abre fronteras y ofrece la casa a los amigos.

En este caso esos amigos no se sientan en el living de nuestro hogar particular pero hacen uso de la casa grande: del país y si el dueño de la casa grande: los gobernantes, son buenos anfitriones que han preparado con anticipación la habitación de huéspedes, al cabo de la estadía solamente debe haber plácemes para unos y para otros. 

El turismo camina enlazado con la cultura, la educación, el deporte, la ciencia, el arte, el comercio, y no se separa de ninguna actividad productiva del hombre. Esa es la primera clase que se aprende: la coordinación y planificación turística no puede separarse de ninguna actividad lícita porque sería amputar parte de un miembro.

Sin embargo, y aunque la planificación es esencial para que el turismo se convierta en un recurso renovable que beneficie y no afecte intereses ni económicos ni medioambientales, esta primera parte de nuestro disertar se dirige al ama de casa, al comerciante, al empleado, al peón, al estudiante y al escolar incluso, que son los pilares del desarrollo turístico de una región.

Lo primero que deben saber es que el turismo no es un invento de unos pocos. La Carta de las Naciones Unidas lo reconoce como un derecho fundamental de los hombres.

Para no olvidarlo, la Organización de Turismo del Mundo  (OMT, en español y WTO, en inglés) instituyó en 1979, en el transcurso de su Asamblea General anual, en esa oportunidad celebrada en Torremolinos, España, instituir la fecha 27 de septiembre de cada año como el Día Internacional del Turismo

CUANDO EL ÁRBOL IMPIDE VER EL BOSQUE


Los más rotundos fracasos, colectivos e individuales, se han producido cuando un imaginario árbol, situado en la línea visual de los proyectos, impidió ver el bosque. Al desviar la atención seguramente el bosque quedará a un costado y será aprovechado por otros.

¿Por qué una ciudad como Almería puede rechazar tan abiertamente el turismo cuando países como Irán, a los que estúpidamente consideramos en un mundo inferior, lo colocan en un primerísimo lugar en su agenda de prioridades?

El slogan “En Almería el visitante nunca será un extraño” es interpretado por el lugareño a nivel que casi podemos considerar de entrecasa.

Visitante bien recibido será aquel que no perturbe la tranquilidad pueblerina del lugar ni nos restrinja ocupando la mesa que siempre disfrutamos en tal o cual restaurante o ubicándose a menos de dos metros de nuestra sombrilla destruyendo la intimidad familiar en la playa.

Por el mantenimiento de esa tranquilidad pueblerina que el turismo no tiene porqué destruir si existe una planificación adecuada; por la mejora de los servicios turísticos, incluido el que se nos brinda en el restaurante de nuestro barrio o en una tolerante y productiva convivencia, falta un trabajo explicativo y mentalizador.

El turismo es el más amigable encuentro entre hombres y mujeres de diferentes razas, ideologías y credos.

La mayoría de los almerienses enfrenta el desarrollo turístico a la productividad agraria y ninguna tesis puede ser más errónea.

El extraño paisaje de mares de plásticos y la práctica de una agricultura de vanguardia no es ajeno al interés turístico, todo lo contrario, se complementan perfectamente.

Los almerienses, y aquí yo ubico a prácticamente el cien por ciento de la población, considera que el turismo es asunto de unas pocas empresas que son las beneficiadas con lo que suponen, estaría contraponiéndose a los intereses del resto.

Sólo la ignorancia puede llevar a tal razonamiento. Y al hablar de ignorancia me refiero a la total omisión por parte de las autoridades de una concienciación a nivel de población de lo que representa el turismo como generador universalizador de riquezas.

En primer lugar, la población debe saber que existe una organización que vela por el desarrollo turístico sostenible, que no es lo mismo que cerrar puertas al desarrollo del turismo:  debe ser consciente de que si no existe una coordinación entre los sectores, un proyecto de que clase de turismo queremos para Almería y un plan que permita encausarlo para que no se convierta en destructor, su deber cívico es exigirlo, porque en expansión turística no vale obrar como el avestruz y esconder la cabeza debajo de la tierra y lamentar cuando ya no sea posible prevenir.

La tecnología y la promoción descubren nuevos destinos y Almería está trabajando exhaustivamente en esta segunda área: Los Juegos Mediterráneos del 2005 no pueden estar desconectados de un arribo masivo de turistas durante y posteriormente a la realización de los mismos.

Ya no hay una Almería casi oculta en un rincón perdido de España; Almería está abierta al mundo pero los almerienses no están preparados para integrarlo.

Vivir en una ciudad capital que no es más que una aldea grande tiene sus ventajas pero también enormes desventajas. Pretender no compartir las primeras raya en el más puro egoísmo personal y no deja de ser otra cosa que un localismo muy mal representado.

Impedir por igual egocentralismo que las segundas obtengan respuestas se sitúa en los límites de la irracionalidad.

Durante mucho tiempo he escuchado hablar a los ciudadanos que tienen la dicha de vivir en Almería, rechazando abiertamente las obras que puedan aportar progreso si ese progreso puede lesionar sus mezquinos intereses económicos o sociales.

Pero éste sería otro capítulo. Situándonos en el turismo y en la recepción que se haga por parte de la ciudad, entender que cada habitante es la cara misma de Almería y de cada uno de nosotros, el visitante se llevará la impresión, buena o mala de nuestra casa.

Está demostrado que un turista satisfecho influye en la venida de otros siete pero un turista desconforme evitará con su contra publicidad que veinte lleguen.

Acabo de darles una idea a los contras de cómo destruir el crecimiento económico de Almería: haciendo añicos el slogan antes mencionado pero también pretendo dar pie a los otros, a los que no se conforman con el árbol y quieren el bosque, a conocer lo que representa el turismo encausado con eficacia.

No dejemos destruir nuestras costas con construcciones absurdas y que respondan a criterios de masificación pero no evitemos la expansión inmobiliaria.

Primera tarea del gobierno (y no excluyo de responsabilidades al nacional, al autónomo, al provincial ni al local) es esa concienciación de la que me he referido en más de un párrafo.

La conciencia turística como las buenas costumbres o la educación cívica se vislumbran en la casa y se reafirman en la escuela. La captación de la importancia que tiene el turismo desde niños deberá ser una tarea pedagógica no obviable.

Basta para justificar esta premisa decir que el turismo es una reunión de culturas, ideologías, religiones y costumbres diferentes en un entorno de amistad, comprensión mutua y paz.

Turismo es también crecimiento económico y aquí es donde mayores errores de conceptos encontramos.

El común de la gente tiende a autoexcluirse de los beneficios del turismo y nada más erróneo.

Excluye de los mismos a segmentos poblacionales que directa o indirectamente están beneficiándose del flujo de visitantes.

Segunda tarea y de perentoria necesidad es la planificación. Antes de que el turismo se masifique y destruya debe haber planes concretos, no restrictivos pero si, seriamente orientativos; que sin ser permisivos alienten la inversión.

Se comprueba una total  inexistencia de infraestructura turística avanzada en la capital y buena parte del resto de la provincia y en estas circunstancias,  el crecimiento acelerado que, nadie puede negar, existirá, puede llegar a representar un fuerte impacto degenerador del medioambiente, la cultura y las tradiciones si no se brinda, reiteramos, la necesaria planificación realizada por técnicos competentes.

Un trabajo eficaz requiere amplitud de criterios y una pluralidad de partes  intervenientes que posibilite un desarrollo armónico entre los sectores representativos de los emprendimientos turísticos y la defensa de los recursos locales, amplio  conocimiento de causa de lo que se quiere obtener y mano firme para lograrlo a partir de la suma de complementariedades y nunca de la división de oportunidades. 


EL TURISTA ES UN AMIGO QUE INFLUYE EN NUESTRO BIENESTAR


Quizás lo que aún no he llegado a explicar al vecino de barrio y resulte lo que verdaderamente interese es la respuesta a una pregunta común:

¿En qué me beneficia el turismo?

El erróneo concepto de que las ganancias del turismo se reparten entre, agentes de viaje, hoteleros, dueños de restaurantes y unos pocos más; es la muletilla esgrimida por los retrógrados que apuntan a una Almería detenida en las últimas décadas del siglo pasado y con la ”espada de Damocles” sobre sus intereses económicos, porque todos somos conscientes de que ninguna región puede pensar en una proyección económica redituable a largo plazo si la circunscribe en una sola dirección, léase e este caso: producción agrícola localizada en invernaderos.

Los cultivos de tomates no son competitivos del turismo; es más, cuántos más turistas lleguen más abastecimiento de tomates necesitarán las empresas gastronómicas.

¿Comenzamos a entender el concepto?. El turismo tiene más de noventa actividades directamente vinculadas y todas representan puestos de trabajo.

Si llegan más turistas habrá más reservas hoteleras y los establecimientos hoteleros requerirán más personal y más material de mantelería y cama y más jabones, y más detergente para la limpieza, y más….
… y las fábricas de jabones requerirán más materia prima y también los restaurantes verán incrementadas sus demandas y necesitarán más personal y en la cocina se utilizará más aceite, y más verduras, y más carnes y…
… y habrá más oportunidades de ganancia para los comerciantes que venden el aceite, la verdura, la carne, el jabón, el detergente; para los fabricantes de los productos, y se necesitará más mano de obra.

En las actividades que puedan parecer más alejadas del turismo se siente su efecto: el taxista, el quiosquero, la tintorería, la panadería, los centros de estética, las empresas constructoras, los decoradores y todos los etcétera que aparecen dentro de la amplísima gama de negocios y ofertas existentes en cualquier parte y de las que hemos querido separar a las tiendas, perfumerías y establecimientos de venta de recuerdos por ser los que se llevan las palmas.

Los turistas compran y muchas veces, si el marketing de un determinado comercio o producto resulta el adecuado, lo hacen en forma compulsiva pero para ello deben encontrar facilidades horarias y no sentirse esquilmados por precios abusivos. Conceptos a tener muy presentes y que desarrollaremos en otro capítulo porque una ciudad turística tiene sus peculiaridades, diferentes a la de la ciudad empresarial y a la vez distintas de las almerienses en su calidad de ciudad empresarial y turística, capital de provincia.

El dinero que dejan los turistas, al no corresponder a movimientos internos, se traduce en divisas que, cuantificadas como tales representan bienestar para la población, incluso de la que se considera ajena al turismo y que sin saberlo, posiblemente esté prestando servicios turísticos.

Graciela Vera

Almería, en el sur del norte, octubre 2004

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