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CON APLAUSOS SE OCULTA LA REALIDAD

     CON APLAUSOS SE OCULTA LA REALIDAD

Otro año de reivindicaciones con relativamente buenas respuestas que en realidad representan el poco éxito alcanzado.

No se trata de una incongruencia, simplemente denuncio una lamentable realidad.

Cuando se deben aprobar leyes, regular derechos, cuotificar, para intentar dar a la mujer una serie de oportunidades que siguen estando mejor desarrolladas en el papel que en la realidad, debemos pensar que algo está fallando.

Y falla porque todo lo que se está aplaudiendo como conquista de la mujer, no es más que una clara omisión en el conocimiento y cumplimiento de la Constitución. Lo que se hace por remediarlo, es un parche con el que se pretende ocultar la permisividad existente para con lo que Ésta establece.   

El término ‘igualdad’ significa, al referirse a personas, el derecho de hombres y mujeres en paridad y en todos los órdenes que refieran a acciones de trabajo, estudio, disfrute y posibilidades.

Hay un sitio en lo que el hombre nunca podrá igualarse a la mujer: el paritorio. Pero no hay ningún sitio, ni aún éste, en el que el hombre y la mujer no puedan apoyarse en igualdad de deberes, derechos y obligaciones.

La dignificación de la mujer se simbolizó en España con una veintena de leyes; inauguración de locales destinados a atender ‘sus’ problemáticas; actos en los que ‘ellas’ participaron masivamente y que por la ausencia casi total de hombres parecían guetos femeninos…… ¡APLAUDID!    ¿Qué?

Que en el siglo XXI sea necesario legislar para que se hable de igualdad entre los sexos es una aberración, como todo aquello que no debería existir, no por inútil sino por demasiado necesario para llevar las aguas a su cause.

En el mundo se acaba de conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (ya hemos quedado en que todas las mujeres trabajan), lamentablemente en muy pocos países esa conmemoración se puede celebrar, en la mayoría es reivindicativa y en algunos, hasta dolorosamente silenciada.

España está entre los países en los que las mujeres no celebramos, y no lo hacemos porque resta aún un largo camino por recorrer.

Cuando no sean necesarios leyes, decretos ni cuotificaciones; cuando ninguna mujer necesite protección para defender su vida; cuando ninguna niña sea suciamente manoseada en la escuela, el instituto o en la calle simplemente porque es mujer; cuando el hombre aprenda a respetar, y eso significa mucho más que llegar a reconocer los derechos; entonces sí, podremos hacer del Día de la Mujer, una fiesta.

           AL QUE LE APRIETE EL ZAPATO…..
                                             PUES, RÁSQUESE LA NARIZ!!!!!

Almería en la historia de siglos y en la realidad actual es un claro ejemplo de lo que las mujeres rechazamos.

Quizás sea porque como secretean los vientos, los almerienses tienen sangre morisca; y no es una mezcla de razas sino una mezcla de colores y olores; de odios y de convivencia; costumbres que se entrelazan hasta no saber de quién proviene una y quién adoptó la otra, pero que tiene un denominador común: amo o macho, según la cultura que lo identifique.

Entre los cristianos la Iglesia afianzó la sumisión que se exigía a la mujer, otorgando al mismo tiempo patente de corzo al hombre sin darse cuenta que al menospreciar a la mujer, menoscababa a quién dice ensalzar: a la mujer, madre de Dios también hija, esposa y amiga.

        UN PASO ATRÁS

No me refiero a haber dado un paso atrás en la conquista de derechos porque nunca se dio el paso adelante; estoy hablando de la mujer que camina siguiendo al marido en una incondicional sumisión de la que ni siquiera es consciente.

Aquí, hoy día, la situación de la mujer en las parejas musulmanas se repite en parejas cristianas; observo con asombro, incomprensión y bronca, a muchos matrimonios mayores,…, de cincuenta…, sesenta años… algunos más… varios menos… en los que se  manifiesta ese ‘paso atrás’ que respetuosamente y sin siquiera planteárselo, guarda la mujer cuando camina con el hombre.

No es consciente de ello, como no lo es de su papel de ‘ciudadano de segunda’ cuando sale ‘despavorida’ de una reunión, -en la que está disfrutando de merecidos momentos de ocio- porque es la hora de preparar la cena… el almuerzo… o simplemente estar en casa cuando ‘el marido’ llegue.

¿Acaso el hombre no puede abrir el frigorífico y preparar la comida porque ha trabajado? ¿Y que hizo la mujer desde antes de que él saliera hacia su trabajo?, quizás ésta ha cumplido un horario más extenso  y ha realizado un  trabajo de mayor responsabilidad, pero siempre pensando en la compra del día, la colada y las camisas sin planchar.

¿Cuánta culpa tenemos las mujeres por ceder el sitio; por considerar menor lo que queremos hacer simplemente para sentirnos bien; por estar a la hora de preparar la cena con el delantal puesto; por no señalar el escobillón como primer paso encaminado hacia una igualdad de deberes y derechos?

Cuando no sea necesario ejemplarizar con pioneras en la lucha reivindicativa, entonces, recién entonces, no habrá nada que reivindicar y sí mucho que celebrar, y seguramente esa celebración será en igualdad y ayuda mutua.

No soy feminista, no lo creáis.

Todo lo contrario; me encanta que los hombres, o ‘mi hombre’, me abran la puerta del coche para subir o bajar, que me ayuden a ponerme el abrigo, que me acerquen la silla al sentarme, que me digan piropos y que me vean como mujer; pero especialmente me agrada que me consideren una amiga, compañera en igualdad de condiciones a la hora de trabajar o de disfrutar.

 

                 Graciela Vera     
      
               Almería, el sur del norte, marzo  de 2005

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