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ALMERÍA, PROVINCIA DE LUZ, MÁRMOL, ORO Y MAR

PUBLICADO EL 3 AGOSTO 2006 EN ESTRELLA DIGITAL.ES

por Ramón Tamames 
Catedrático de Estructura Económica (UAM)
Catedrático Jean Monnet de la UE 
 
 


Los cursos de verano en España tienen un gran predicamento, y ahora que estamos en tiempos de memoria histórica, recordaremos que fue durante la II República, cuando Fernando de los Ríos fundó, en el antiguo Palacio de La Magdalena, la Universidad Internacional de Santander (UIS), a fin de impartir los primeros cursos estivales.

Luego, después de la guerra civil, con el precedente de la UIS —rebautizada como Universidad Internacional Menéndez Pelayo, UIMP—, casi todos los centros españoles de educación superior fueron creando sus propios cursos de verano. Y entre ellos, la Universidad de Almería hizo lo propio, para los estudiantes de una provincia española que no de las más conocidas, a pesar de que en los últimos 30 años ha sabido potenciar sus recursos naturales con un fuerte crecimiento económico y demográfico.

Todo lo anterior viene a cuento de mi participación en uno de los ciclos universitarios almerienses, el organizado en el Ayuntamiento de Purchena, nombre que según los naturales del lugar procede del árabe Burxana, torre del agua; aunque Menéndez Pidal sostiene que significaría “La finca de Purcius”, por la onomástica de un romano que se asentó por aquellos pagos. En cualquier caso, el joven alcalde purchenero, Juan Miguel Tortosa, es un entusiasta de la educación y cultura de su pueblo, por el que está haciendo una gran labor. Como igualmente sucede en la próxima Macael, la “ciudad del oro blanco”, por sus canteras de mármol; cuyo regidor, Juan Pastor Molina es un modelo de emprendedor infatigable para el desarrollo económico de toda la comarca.

En el curso de verano de Purchena, dirigido por el catedrático Donato Fernández Navarrete, uno de mis más antiguos discípulos, y almeriense de nación, de Albox, tuve la oportunidad de hablar de “La tragedia de los bienes comunes: Kioto ayudando a Gaia”. Una intervención en la cual expuse por qué el célebre protocolo —después de experiencias del tipo de las erradicaciones del DDT y de los CFCs, y tras algunos acuerdos de control pesquero—, es una nueva manera de poner freno a una tragedia de bienes comunes; es decir los que titularmente no pertenecen a nadie, por lo cual se utilizan por todo el mundo con cualquier clase de abusos y derroches. En ese sentido, a partir de Kioto, la atmósfera podría convertirse en un bien común regulado internacionalmente, con previsiones de reducción de la emisión de gases de invernadero; a base de asignar cuotas a cada país a través de mecanismos a los que me referí in extenso en mi conferencia.

Ya dije antes que los almerienses han sabido ir aprovechando sus recursos naturales, como se revela en el caso de una agricultura que se ha convertido en la primera de Europa en su especialidad de primores de invernadero. Con un aprovechamiento máximo del agua escasa, a partir de los acuíferos locales, de lo poco que llega por los trasvases del Tajo-Segura y del Guadiana Menor; y de manera cada vez más importante por las desaladoras.

Esa agricultura bajo plástico, es todo un espectáculo, pero no por ello vamos a olvidarnos de los productos tradicionales, ahora revigorizados, como sucede con el aceite de oliva, los vinos, la almendra, etc. No debiendo dejarse tampoco fuera del recuerdo los espartizales, que ya no se trabajan apenas —como antes ocurría para hacer alpargatas, cordelería y papel de billetes de banco—, si bien es cierto que continúan constituyendo una pieza esencial de la cubierta vegetal. Que se ha visto transformada en parte con amplias repoblaciones forestales, de nuevos pinares que contrastan con zonas como el desierto de Tabernas, un espacio superárido de montículos de yeso, profundas cárcavas y misteriosas quebradas, que hace tiempo se convirtió en otra fuente de actividad de Almería: la industria cinematográfica, que alcanzó su punto culminante con los “Spaghetti Western” de Sergio Leone, que hicieron visitar la zona a muchos vaqueros al modo de Clint Eastwood.

Sin embargo, y siendo importante la agricultura y sus aledaños, además del paisaje, la actividad con la que más contacto tuvimos durante la visita a que estoy refiriéndome, fue la cultura del mármol. Ancestral en la zona, y con su núcleo en el municipio de Macael, en el que hay un interesante centro tecnológico organizado por los 300 empresarios del ramo; entre los cuales destaca Consentino, con sus espectaculares instalaciones en Cantoria, donde además de los trabajos marmóreos, de granito, piedra jabón, produce, con patente de alcance mundial, el silestone; una piedra artificial hecha con cuarzo aglomerado, y que en su mayor parte es objeto de exportación.

También se exporta la mayor parte del mármol que se trabaja a lo largo del eje del río Almanzora, desde Serón a Albox pasando por Tíjola, Purchena, Macael, Olula, y Cantoria; por la que es una industria súper floreciente, que ya no elabora sólo la materia prima local, sino también la importada de Brasil, Irán, Pakistán, y China. Una evidencia empresarial admirable, que no se olvida del medio ambiente, pues una vez agotadas las canteras, se sellan para su restauración paisajística, destinando verdaderas montañas de estériles a obras públicas y de construcción. Habiéndose buscado nuevas aplicaciones en el cambiante territorio, con la instalación de huertos fotovoltaicos, una de las grandes alternativas de más prometedor futuro.

Y después de la agricultura pujante y de la industria cosmopolita del mármol, nos ocuparemos del turismo, que en Almería encuentra su máximo exponente en la mezcla ocio/ecología/entretenimiento, sobre todo en sus parques naturales. Como sucede con el del Cabo de Gata, donde se mantienen usos tradicionales de agricultura y salinas, junto a reservas de la naturaleza en las que hacen escala multitud de especies de aves migratorias, entre ellas garzas y flamencos. Con el vestigio de los agaves introducidos por el INI en tiempos de la autarquía —para crear la base de una industria de fibras textiles duras—, una especie alóctona que se ha incorporado plenamente al paisaje costero de la Almería de hoy.

La capital de ese parque natural, Rodalquilar, se sitúa en el espacio de lo que en otros tiempos fueron minas de oro, que en las décadas de 1940 a 1960 explotó la “Empresa Nacional Adaro”, también del INI. Y en las cuales el autor del presente artículo laboró en el llamado “Cerro del Cinto”, cuando tenía 19 años de edad; en el marco del Servicio Universitario del Trabajo, SUT, que organizó el Padre Llanos. Experiencia de corta duración, porque pronto se convirtió en una fuente de “formación de agentes subversivos contra el régimen”, según se dijo oficialmente.

En la comarca de Rodalquilar se ha hecho una buena reconversión para ocio, turismo, estudios ecológicos, y arte. Todo ello gobernado por el Patronato del Parque Natural, que sabiamente preside el Prof. Andrés Sánchez Picón —historiador, que ha hecho notables estudios sobre deforestación y desertificación en la provincia de Almería—, quien nos ofreció su mejor hospitalidad en el recorrido que estoy describiendo. En el que también tuvo la más activa presencia Jaime de Pablo, igualmente profesor en la Universidad de Almería. Y de esos y otros comensales, en el almuerzo que tuvimos en el “Hotel Naturaleza” —de muy conveniente diseño, pero necesitado de mayor vegetación que seguro llegará un día—, surgió la idea, también para tiempos de memoria histórica, de que en 2007, al cumplirse los 70 años del bombardeo de Almería por el acorazado Deustschland, de la Kriegs-Marine de Hitler, habrían de celebrarse unas jornadas evocadoras de aquel singular episodio de nuestra guerra civil; con ocasión del cual Indalecio Prieto llegó a proponer que la República Española declarara la guerra al III Reich.

Durante el recorrido por Rodalquilar, también pudimos observar el importante trabajo realizado por Fernando Barrionuevo, Director de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Almería (ALBIAC) , al frente de una muy valiosa muestra de vanguardia, en las inteligentemente ambientadas salas del antiguo recinto minero del Parque Natural.

En resumen, tres jornadas en Almería creo que muy bien aprovechadas, con el sosiego final del excelente Hotel Catedral, junto a la escueta seo almeriense, gótico-renacentista, cerca de la Alcazaba, y en medio de la luz y las brisas mediterráneas.

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